02 agosto 2011

Un viaje con el cielo de color tibio y palomas.

Esta mañana en el metro, viajaban dos ojos con unas palomas de tibios picos. No estoy muy seguro, Jeorgina bonita, si eran tibios los picos de las palomas. Lo que es seguro es que viajaban juntos los ojos y las palomas.

Los ojos dormitaban, y se recostaban en el sueño. Eran grandes, de un color entre amarillo, azul y negro, o eran del color del cielo cuando esta tibio, no los vi bien. Pensé seguirlos, como seguía a “Muñequita”, ya me imaginaba por los pasillos y las escaleras mecánicas, viéndoles avanzar escondiéndose en los reflejos.

Al final de mis dudas, no me decidí, pensé que las palomas se darían cuenta. Tienen mejor vista. Era un poco más tarde que otros días y si perseguía ojos o palomas, llegaría con retraso al trabajo, he preferido seguir leyendo el libro de poemas de José Hierro que llevaba y olvidar las palomas o los ojos. A “Muñequita” no creas que la tengo olvidada, lo que pasa es que no lo cuento.

Estaba leyendo el poema “Unos versos perdidos” cuando vi los ojos y las palomas. Te escribo un fragmento.

                               Miro
Hacia atrás. Era yo entonces
poeta (serlo es sentirnos
iluminados). No supe
hallar el nombre preciso,
la cifra que concretara
tanta hermosura. (Me dijo
que le escribiera unos versos
a sus senos…). No he podido
hallar la palabra exacta,
lograr el nombre preciso.

Yo, poeta sin palabras,
dado a los malabarismos
de las palabras, buscaba
rimas, imágenes, ritmos.
Cazador de aves retóricas:
“palomas de tibios picos”,
“cimas de nieve con sol
poniente”, “gemelos lirios”,
“pararrayos de lo rosa”,
“redondas piedras de rio”,
“fruto al que me arrancan los pájaros
sus dulzores encendidos”.

Yo era poeta. Sentía,
soñaba. Tiempo divino
de sentir y de soñar.
Y ser poeta es vestirnos
túnicas de luz, oír
la voz que nos va trazando
todos los caminos.

Soñar sin saber cantar.
Errar por el laberinto.
Pero ahora que sé cantar
ya es imposible el prodigio.
Ahora ya no se soñar.
Cayo la antorcha al abismo.

El periódico, como todos estos días, muy flojito. Lo más destacado, el acuerdo de los republicanos y demócratas estadounidenses, que por fin han firmado una tregua y se pagarán hoy los bonos del Tesoro. Es un asunto que me tenía preocupado. No pienses mal Marisa reina, yo no tengo bonos del Tesoro, ni de allí ni de aquí, mi preocupación era por las consecuencias en la economía mundial. Fíjate si los EE UU dan en quiebra, pues como se suele decir “la habíamos cagado”. Pero todo pasó.

Por otro lado lo de los sirios cada vez va peor, vamos que cada día quedan menos sirios. Para su presidente debe de ir bien, porque no se le despega del sillón ni con agua caliente. Terminará siendo presidente de sí mismo, porque ya ha enviado a un montón de compatriotas a la tumba.

Ya sabes mi estado de soñador últimamente, ando en una nube y me dejo llevar por el viento, así que he decidido poner algo de música. Te voy a dejar un par de enlaces con vídeos de Charles Mingus, fue un contrabajista excelente que murió joven, tocaba con los mejores del jazz en los años 60.

Hace unos días, una de nuestras lectoras me pedía algún libro de historia. Recomendar un libro de historia, así, en general, es imposible. La historia es ya muy larga, aunque la nuestra, -vuestra y mía, que somos jóvenes- sea corta, y se han escrito miles de páginas, cada vez más especializadas. Por otro lado el concepto y la forma de ver la historia han cambiado mucho.

Pocos años antes de ir yo al colegio, los niños estudiaban la lista de los reyes Godos, una lista interminable de los reyes de lo que alguien dijo que era España, desde principio del siglo V al siglo VIII. En tiempo de los reyes Godos, la mayoría de lo que hoy conocemos como España, estaba ocupado por los árabes, que llegaron de lo que hoy es Marruecos. Para algo fuimos siempre vecinos.

Desde hace bastante tiempo ya, cambió la forma de ver la historia, no se cuenta la Historia de los reyes o gobiernos. No es la historia de los acontecimientos, si no la de la gente que vivió en el momento histórico correspondiente. Es la historia de las ideas, de las representaciones colectivas y de las estructuras mentales de las sociedades. Por otro lado, cada vez la historiografía se apoya más en otras disciplinas. Vamos que los libros de historia de ahora a mí me gustan más.

Y ya que hable de historia, voy a recomendar dos libros de historia general del mundo, que no son del tamaño de una biblioteca. Uno de ellos es “Historia del siglo XX” de Eric Hobsbawm (nacido en 1917 en Alejandría, Egipto, pero es británico). Es un libro no muy grueso, como de 300 páginas y muy fácil de encontrar en internet.

Su lectura es muy amena, se lee muy bien. Hobsbawm, es uno de los más importantes historiadores británicos. Como historiador marxista se ha centrado en el análisis de la "revolución dual" (la Revolución francesa y la Revolución industrial Británica). En ellas ve la fuerza impulsora de la tendencia predominante hacia el capitalismo liberal de hoy en día. Pues eso es más o menos lo que cuenta en el libro, la influencia de las ideas que salieron de esas revoluciones, en los acontecimientos del siglo XX.

También de él son: “La era de la revolución, 1789-1848”,  “La era del capital, 1848-1875” y “La era del imperio, 1875-1914”, como puedes ver Jeorgina bonita, es la historia desde la revolución francesa hasta casi nuestros días, te recomiendo su lectura.

Y otro libro de historia, pero historia de la literatura y el arte, que es lo nuestro. Es “Historia social de la literatura y el arte” de Arnold Hauser, es un libro de 1951, pero cuenta muchas cosas. Son tres volúmenes, empieza en la época de los griegos o antes y eso nos lo podemos saltar, tampoco se puede saber de todo. Leyendo el volumen tercero me parece a mí que es suficiente.

Esta poesía, que es igualmente de José Hierro, no es para Jema guapa, porque para ella era también “Unos versos perdidos”.

¿AFANARSE? PARA QUÉ,
si a nada se llega…
Miro alrededor. ¿Es esto
todo lo que queda:
áureas cenizas que cubren
la frente, espuma de estrellas
que alguien vio, que alguien soñó
en su primavera,
impalpables zumos verdes
que tiñen la tierra?

¿Afanarse? Para qué
si a nada se llega.
Insensibles los caminos
pasamos, y ellos quedan.
Frente a nosotros los siglos,
rueda que rueda.
¿Afanarse? Para qué
vestirse de fiesta.

Por qué buscarle al misterio
la llama que lo alimenta,
si nos quemará las manos
y nunca iluminará
nuestra noche negra.


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