22 junio 2011

Han florecido luces amarillas.

Ha sido el día más largo del año, ha durado 25 horas y algunos minutos.

Tengo la terraza espléndida Jeorgina, los albaricoques están maduros, tienen el tamaño de una pelota de tenis. No los toco, les estoy guardando para cuando vuelva Kala bella, por si quiere venir a probarlos.
 
Kala bella no está, se fue a ver a Darío I “el grande”, no sé si al Asia menor o al Oriente medio, pero volverá. Mientras entreno con la comida armenia, hoy voy a hacer una nueva receta del libro que compré, voy a preparar Sarmá caliente, parece fácil y ya compré hojas de parra. Otro día contaré como me quedó.
 
Jeorgina bonita me pide que hable de amor y no sé qué quiere decir. ¿Será que hable de sábanas de arriba o de abajo? De eso ya habló Hahn y no podría yo contarlo mejor. Puedo hablar de “Muñequita” que no sé si es amor, o como tú me dices, es obsesión. El asunto de “Muñequita” me tiene preocupado, sea amor o sea obsesión. Ayer la vi en la pecera, -el vestíbulo del trabajo- la vi o me pareció verla, llevaba un vestido de tirantes en color verde con topitos negros.
 
Pasó deprisa, y sin esperar el ascensor se dirigió a la escalera. Yo estaba fumando en el patio y al verla o creer verla, también fui a la escalera. En el primer vestíbulo había esa especie de coleóptero de color rojo, con los tegumentos duros y brillantes, quieto en la pared, que ya habia visto hace unos días, oí ruido en el piso de encima y seguí subiendo. 

Había otro bicho rojo en la pared y de “Muñequita” nada. Continúe la ascensión por la escalera, me crucé con gente que bajaba, pero me dio vergüenza preguntar, me asomé a la puerta de la escalera en la tercera planta, había un pasillo con otro coleóptero rojo -o lo que sea- en la pared y un operario con un mono azul mahón y amarillo se dirigió a la escalera y le seguí. Subí detrás de él, me pareció oír pasos de tacones arriba, el operario movía algo en la pared. Movía el bicho, y de detrás de él cayo un trapo verde con letras negras.
 
Estaba colocando el extintor en la pared y había cesado el ruido de pasos. ¿Crees posible Jeorgina bonita, que el extintor se haya comido a “Muñequita”? Recogí un papel que se encontraba en el suelo, era el poema “En son de despedida” del libro “Cuaderno de Nueva York” (1998) de José Hierro. Decía así:
 
No vine sólo por decirte
(aunque también) que no volveré nunca,
y que nunca podré olvidarte.
Emprendo la tarea
(imposible, si es que algo hay imposible)
de racionalizar, interpretar, reconstruir y desandar
aquellas fábulas y hechizos
que gracias a ti fueron realidad.
Recupero los pasos iniciados a la orilla del río
y que desembocaban en “Kiss Bar” (aunque no estoy
seguro
dónde estaba el principio y dónde el fin).
Estoy cansado, muy cansado.
Don Antonio Machado dijo hace más de sesenta años
“Soy viejo porque tengo más de setenta años,
que es mucha edad para un español”.
(Sin comentarios).
         He vivido días radiantes
gracias a ti. Entre mis dedos se escurrían
cristalinas las horas, agua pura. Benditas sean.
Fue un tercer grado carcelario:
regresas a la cárcel por la noche,
por el día ―espejismo― te sientes libre, libre, libre.
Nadie pudo, ni puede, ni podrá por los siglos de los siglos
arrebatarme tanta felicidad.
Yo no he venido ―te lo dije―
para decirte adiós. Sé que no me echarás de menos,
y eso que yo soñaba ser todo para ti
como tú lo eres todo para mí.
¡Ay vanidad de vanidades y todo vanidad!
No te importuno más (ni siquiera sé si me escuchas).
Bebo el último whisky en el “Kiss Bar”,
la última margarita en “Santa Fe”,
rodeo luego la ciudad y su muralla de agua
en la que ya no queda nada que fue mío.
Desisto de adentrarme en su recinto,
no tengo fuerzas para celebrar
la melancólica liturgia de la separación
Sólo deseo ya dormir, dormir,
tal vez soñar...


¿Será su despedida? ¿Lo habrá dejado “Muñequita”? Si no estuviese esperando a Kala bella me acercaría al “Kiss Bar”. Sea lo que sea Jeorgina-Marisa-Jema vamos a tener que leer más poesía. Me vas a perdonar Jeorgina bonita, pero hoy no te voy a recomendar lectura. ¡A la felicidad por la poesía!

Me ha escrito Marisa reina y me cuenta que está indignada, como los indignados o más y me dice que es vergonzoso que los países sigan vendiendo, y fabricando, armas y recortando servicios sociales, no cree que la humanidad tenga que ser así, que las guerras sean lo primero. Se pregunta, o me pregunta, ¿qué haríamos si todo fuera paz?, ¿nos aburriríamos?, ¿de qué hablaríamos? Cree que los medios de comunicación quebrarían, y la prensa rosa no da para tanto. Yo pienso que en lo último no lleva razón, no se da cuenta que cada vez somos más los que queremos ver en papel couché la vida y obra de los príncipes y princesas.

Y por otro lado, no se da cuenta que si cerraran las fábricas de armas, mucha gente se quedaría en paro y bajaría el producto interior bruto. Mira este ciudadano, Marisa reina, qué contento está con su kalashnikov de segunda o tercera mano. No se compra uno nuevo porque no es solidario o no sabe que consumiendo se genera riqueza.


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