08 junio 2011

No creo que pueda ahorcar a “Muñequita”

Sigue el cielo gris, pero menos.
 
Los jóvenes sin futuro se irán el domingo de la Puerta del Sol, justo cuando va a salir el sol. El hombre del tiempo nos ha prometido para el domingo sol (o poco nubosos con intervalos de nubes medias y altas) en Madrid. Y nosotros los de mi generación tampoco tenemos futuro, ya solo pasado. Futuro tiene el niño de la foto que acaba de descubrir la mañana.

Marisa reina me comentaba el óbito de Jorge Semprún, fue un exilado español en Francia, deportado en el campo de Bucchenwald por los nazis y expulsado del Partido Comunista de España por disidente. Fue ministro de cultura en el gobierno socialista de Felipe González y era escritor, tiene bastantes libros, pero no leí ninguno. Si ahora, después de morir, publican alguno lo leeré.

 

En Face, que tambien soy socio o afiliado o lo sea, que lo mismo no soy nada, sigo una página de cosas bobas y me he encontrado con una foto de la gata recien levantada. Se comenta que la gata se levanta justo de tiempo y que su peinado lo decide la almohada. No me parece bien que se levante de esa guisa y ande por la casa con esos pelos, tendria que peinarse lo primerito, pero vete a saber Jeorgina bonita a que hora se levanta.

Pero lo que me preocupa es esto otro. Mira Jeorgina bonita, déjame que siga con mi alucinación o mi obsesión. Me será imposible ahorcar a “Muñequita” en los cables del teléfono, todo lo más dejar de pensarla, quitarla la existencia. No sabes las pesadillas que tengo, ayer soñé un sueño. Me desperté con los pies mojados. Te lo cuento.

Me encontraba en una gruta profunda, iluminada con una luz muy blanda y fría, era como estar dentro del tetrabrik de la leche. Un ruido de fondo, como un zumbido homogéneo que en algunos momentos subía de volumen y marcaba el ritmo de una picadora de carne o de un tren en una estación vacía, o de una picadora de almas. Veía a “Muñequita” al fondo de un pasillo e intentaba acercarme a ella, pero ascendía, se elevaba al final del pasillo y la perseguía. Unos raíles de goma me aprisionaban y ascendía entre ellos, ya la había perdido de vista. Pero a mí alrededor se elevaban piernas enfundadas en color negro, otras brillantes de cobre, algún culo, y todo ello con el monótono ruido de fondo. Unos reflejos de otras piernas descendiendo. Cambiaba el ruido, se hacía más rítmico, el color de la gruta se volvía rojizo y entre el ruido se escuchaba la música de una quena, creo que era una canción de los Indios Tabajaras. Me sentía sin pulso y de “Muñequita” ni rastro. Al final de uno de los pasillos de ese laberinto, se notaba más claridad, la atmosfera era más clara, me dirigía hacia allí, exhausto, sin pulso, con la angustia de perderme y perderla, subía unas escaleras y al final de ellas, la calle. Pisaba un charco y me mojaba los pies.

Había salido del Metro, las nubes se recogían y salía el sol. Estaba en la Gran Vía y me volvió a latir el corazón, la tensión arterial tardo más en llegarme.

Tú me dirás si con estas pesadillas es posible tratar de olvidarla o ahorcarla. Y no te creas que esto me pasa por coger el tren de las 7.21, no, me pasa por imaginarme a “Muñequita” huyendo. Digo sobre el amor, como Javier Egea en un poema de su libro “Paseo de los Tristes”.

Tú me dueles, amor, pero te canto
y es el gusano que la carne horada,
no torbellino sino abrazo lento,
sí razón o temor, sí bárbaro camino.


Con estas visiones, ¿no crees Marisa reina que debería hacer el arroz con conejo? Ayer no le hice por culpa de la pesadilla. Seguro que Jeorgina bonita me podrá decir que representa, ella sabe mucho de sueños y psicólogos.

El arroz con conejo es muy facilito y como mejor queda es en paellera, que la puedes poner sobre varios fuegos de la cocina o usar una paellera pequeña sobre el fuego grande.

Pones la paellera con aceite de oliva y fríes el conejo troceado (como medio conejo, vamos hacer arroz para cuatro), cuando este frito lo reservas y en el mismo aceite fríes un ajo machacado o picado, un pimiento rojo y otro verde (no muy grandes) en trocitos, un poco de calabacín en dados. Cuando este medio frito añades un par de tomates rallados y dejas que se fría bien el tomate, agrega el arroz (una taza por comensal), una cucharadita de pimentón y perejil picado, dejas que se haga un poquito y añade sal, un poco de tomillo y romero, colorante y una hojita de laurel. Hecha el caldo de verduras que tenias guardado (se pone el doble de caldo que de arroz y un poco más para la paellera). Cuando rompa a hervir bajas a fuego medio, porque le teníamos muy fuerte; a los 17 minutos más o menos, lo retiras del fuego, cubres la paellera con unos periódicos de la semana anterior y lo dejas reposar 10 minutos. Ya está, y te digo un  “truqui”, ponle unos caracolillos y te quedará de maravilla.


Para hacer la digestión del conejo yo leería algún libro entretenido y estoy recordando a John  Kennedy Toole, un escritor americano que se suicido por no poder publicar su novela “La Conjura de los necios”, se publicó (1980) once años después de su muerte, por la insistencia de su madre ante las editoriales. El año siguiente a su publicación le dieron el Premio Pullitzer. También había escrito “La Biblia de Neón” a los 16 años, esa la consideraba una novela juvenil y fue publicada en 1989.

El título es una referencia a una cita de un irlandés, un clásico de la sátira, Jonathan Swift: "Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él".

La novela es una sátira, con un personaje central, Ignatius J. Reilly, un ser inadaptado y anacrónico que sueña con que la forma de vida medieval, y su moral, vuelva a reinar en el mundo. Está llena de hilarantes anécdotas que Ignatius va generando a su alrededor, pero la novela trasciende a ello para convertirse, en su trasfondo, en un despiadado retrato del género humano. Un retrato lleno de piedad y comprensión, a la vez que amargura y resignación. Es muy divertida y creo que pasarás un buen rato, un rato largo, no es corta Jeorgina bonita. 
 

Ayer me escribió Jema guapa un correo cortito y me contaba que el domingo pasado, el desayuno no tuvo el mismo sabor exquisito que tiene los días que lo comparte conmigo. Algunos domingos desayunamos en la cama leyéndonos. Sigue lloviendo, pero no está entre nieblas, son las cenizas del volcán Puyehue que entro en erupción. Las cenizas se las reparten con Argentina, en Bariloche no se puede estar, me cuenta. Voy a poner un poema para ella. De su paisano Neruda. Y la flor.

Desnuda
Desnuda eres tan simple como una de tus manos:
lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente.
Tienes líneas de luna, caminos de manzana.
Desnuda eres delgada como el trigo desnudo.

Desnuda eres azul como la noche en Cuba:
tienes enredaderas y estrellas en el pelo.
Desnuda eres redonda y amarilla
como el verano en una iglesia de oro.

Desnuda eres pequeña como una de tus uñas:
curva, sutil, rosada hasta que nace el día
y te metes en el subterráneo del mundo

 

como en un largo túnel de trajes y trabajos:
tu claridad se apaga, se viste, se deshoja
y otra vez vuelve a ser una mano desnuda.

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