14 mayo 2011

"Gatita" lee pornografía y yo las ternuras de Jema

Gatita” y yo nos hemos ido a la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, estará abierta hasta el próximo día 22. Hemos comprado unos cuantos libros, eran una ganga, a “Gatita” le ha gustado uno de George Bataille, “La historia del ojo”.

Bataille fue un escritor francés bastante polémico, era un transgresor, algunas de sus obras fueron censuradas y mantuvo contactos con el surrealismo. No entiendo la razón para que la gata se empeñe en leerle. Es una novela corta, hay quien dice que pornográfica, he leído solo el prólogo, está escrito por Vargas Llosa y por lo que dice, no debe estar mal la novela. Se puede encontrar en internet, pero busca el prólogo de Vargas Llosa o algún comentario, para que no sea tan pornográfica. Cuando la lea yo, te contaré Jeorgina, o te cuento lo que me diga la gata.

Como me recomendaste a Eduardo Galeano, por el corte de pelo, y sabes mi interés por la ontología y la fenomenología del espíritu, leí algo más de él y encontré este breve pensamiento que me habías enviado.

Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de
Marcela. Antes de morir, le reveló su secreto:
- La uva, le susurró, está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva
está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras
que cuentan lo que somos.

Podría ser, que tanto Jeorgina bonita como Marisa reina, así como Jema, Rocío, Carmen o yo mismo, solo seamos las palabras que yo cuento de lo que somos. Tendremos que reflexionar sobre ello, Jeorgina, ¿no te parece? Porque si junto con eso, tenemos en cuenta la poesía de Roberto Juarroz (Buenos Aires 1955-1995), “Gatita” disfruta mucho con este autor, en la que sus poemas son deliberadamente impersonales y abstractos, al modo del "Tractatus" de Wittgenstein, son una busca en demanda de un Ser antológico fugitivo. Ya puse este poema, pero copiaré un trozo.

Somos el borrador de un texto
que nunca será pasado en limpio.
Con palabras tachadas,
repetidas,
mal escritas
y hasta con faltas de ortografía.
...
Como de momento, Jeorgina es las palabras que cuento de ella, voy a contar alguna cosa más, para que tenga mayor virtualidad o coja un poco de cuerpo, como el vino. Recordaba las vacaciones, ya nos contó parte de ellas y sigue.

"Cuando volvía de esas vacaciones decían que parecía “un travesseiro grande na fronha pequeña” porque lo único que me servía eran los camisones. Engordaba tomando leche recién ordeñada a las cuatro de la mañana, hora en que iba al corral de piedra a ver ordeñar las vacas Jersey y tomarme un jarro de leche caliente y luego volvía a dormir, para volver a despertarme a media mañana y desayunar otra vez cafecito con leche caliente, con “pessegada cascao” (mermelada de durazno con una cascarita por encima. Bien dulce. Guardada en cajitas de madera). Y el almuerzo, a las doce, cuando sonaba el reloj de cucú que tenían sobre la estufa: cordero asado, quibebe (puré de zapallo que no sé con qué aderezaban), masinha (vermicellis) , arroz frito con cebolla y ajo, ensalada, guisito de poroto negro, caldudito, galleta de campaña, cuadrada, con grasa dura, traída en sacas que ponían en cajones de madera, de esos que tienen los comercios de campaña, como baúles que levantan la tapa, donde ponen todos los secos y los molhados en otro lugar, y las carnes en la fiambrera, charque de oveja, de carpincho , y otros bichos."

Se almorzaba bien en casa del abuelo, deberíamos haber ido Marisa.

"Y después los dulces, de zapallo, dejados en remojo con cal y con una película transparente y dura, que cuando le hincabas el diente se disolvía el juguito en la boca, y el de naranja amarga, limpiada varios días la cáscara con ceniza para sacarle el amargo. Es el dulce que más me gusta. Me encanta mezclarlo con el chocolate. Y las Cocadas, blancas, llenando los bolsillos de los delantales y pegoteando todo.
Ir a la cachimba y traer agua en un barril grande, acostado sobre el carro. El agua friísima y bien dulce. Nunca más he probado otra como esa. O quizás sí, pero no quiero acordarme.
Y después estaban los animales. En la “manguera” juntaban las ovejas y era aquel remolino de tierra, de caballos y de perros para llevarlas a bañar y a dosificar. Dosificar era lo mejor de todo. Me daban una pistola con "fenotiazina" que les metía garganta abajo a las ovejas. Lo otro, mi lado sádico: ver carnear. Un ritual que no me perdía, especialmente porque el final implicaba comer la cabeza asada en el fogón a leña, y levantarle el hueso de la testa para meter los dedos dentro y comerme los sesos. Sí, como Hannibal Lecter. Y con los peones comer choclo embadurnado en manteca y asado directamente sobre el fuego en las brasas y escuchar historias de “asombraçao”. Tirarme en tobogán desde arriba de las bolsas de lana y caer sobre los “pelegos” blanditos. Aprender a tirar con pistola a los pájaros que se comían los higos y duraznos. Esas historias y las de mi tío, que pasó todos los veranos de mi infancia contándome un cuento que se iniciaba a las 20:40 y las 21, siempre en el mismo momento del cuento, me decía que mañana continuaba. Nunca pude saber el final."

Como estoy en el turno de las lectoras, pondré un texto que me envió Jema guapa, es muy, muy tierno. Después de leerle he pensado dejarlo todo y dedicarme a la filosofía zen o quizás al culturismo.

"El día otoñal no presenta viento, solo la lluvia como una rica melodía de añoranza y recuerdo. Que ganas de volver a ser niña y correr bajo el agua con el pelo mojado, sintiendo esa sensación de libertad y limpieza que me golpeaba el rostro. Chapoteando en cada charco, las plantas de mi jardín son las más felices, se bañan y se alimentan, hoy la helada no las congeló y tiene un día mas de vida, los únicos tristes, los rayitos de sol (flores) que hoy no se abrieron para mostrar su belleza, su pureza pues son de color albo. . ."

Como no te he recomendado lectura para hoy, Jeorgina bonita, voy a ello. Recordé un libro que me gustó bastante, es de un escritor inglés, L. P. Hartley, es una novela que se llama "El mensajero". Trata de los recuerdos de un verano, contados por un hombre ya maduro, -como nosotras- no en casa de sus abuelos, si no en el campo en casa de un amigo, hijo de la burguesía rural inglesa. Sobre esta novela rodó una película muy buena Joseph Losey, le dieron la Palma de Oro en Cannes el año 71.

Como te iba diciendo, son recuerdos de ese verano, cuando tenía doce años y se enamora de la hermana de su amigo, pero ella, ya mocita, le utiliza de mensajero para sus amoríos con el vecino. Una delicia de libro.

Te voy a poner una foto bonita Marisa reina. ¿Te gusta esta? Son mis hijos.


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